CRÍTICAS. LA OBLIGADA CARTELERA VIRTUAL SE ANIMA CON ESTAS PRODUCCIONES CINEMATOGRÁFICAS DE ESTRENO
Y no faltan cada tanto los artículos sobre moda para lolitas, el triunfo de las nínfulas o el oscuro encanto de vestirse de adolescente perversa y seductora. La parte de culpa de la excelente película de Kubrick no se la vamos a quitar Ya se sabe que el cartel y las escenas famosas de la película no ayudan mucho: la niña en bikini, con gafas y piruleta, todo ello en forma de corazón, mirando con malas intenciones a su padrastro fascinado. Lo que realmente cuenta Lolita Por si acaso, vamos a hacer un resumen de la trama. Ya se sabe que cada lectura es la lectura de alguien, y que no hay interpretaciones fijas porque cada uno y su mirada etcétera, pero, interpretaciones aparte, la novela cuenta con transparente claridad las siguientes cosas. Que Humbert Humbert, escritor y diletante europeo encadenado por un lejano amour fou hacia una niña cuando él mismo era pequeño, aparece por casualidad en casa de Lolita y, al verla tomando el sol en el jardín, decide quedarse a vivir allí como inquilino. Lolita, que ve en su nuevo padrastro la herramienta perfecta para hacer rabiar a la tarada de su madre, se deja mirar y tontea, y se va enredando en la tela de araña de su padrastro sin darse cuenta ni de que la tela de araña existe. No hay padre ni hermanos ni familia cercana: los vecinos se admiran muchísimo de la generosidad de ese viudo desolado que, sin ser familia directa de la niña, asume su custodia y se la lleva a conocer mundo para aliviar su pena.
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Versión por Florencio S. En el excedente del globo se discute, se responde, se perora; sólo en Francia se conversa por costumbre. No pocas veces, estando yo en Italia, en Alemania o en Inglaterra, me ha ocurrido anunciar de pronto que al fecha siguiente me volvía a París. Yo le respondía sencillamente: —A conversar. Y no era flojo su asombro al saber que yo, ahito de encuentro, pensaba en hacer un viaje de centenares de leguas sólo por darme el gusto de conversar. Nadie podía explicarse un capricho semejante; sólo me comprendían los franceses. Y sucedía a veces que alguno de ellos se venía conmigo. Por el estilo del salón que describo hay en París cinco o seis en los cuales no se baila, ni se dinero, ni se juega, y sin bloqueo no se sale de ellos jamás antes del amanecer.
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Empero no se asusten. Tienen la disyuntiva de leer todo, o sólo algunos capítulos. Recurrí al viejo truco de la historia adentro de la biografía. Espero no haberlo hecho demasiado achaque. La historia comienza así: 1 Si dijera que hace seis meses descubrí que mi mujer me era infiel, no sólo estaría engañando al declamador, sino que estaría incurriendo en la misma falta en la que caí durante todo mi matrimonio: estaría mintiéndome a mí mismo.