DISCURSO CLXIII
Al trabajo le canoniza Dios: la ociosidad es la ver-[]dadera vileza. Pude serlo un tiempo por derecho civil: pero este derecho pende enteramente de la voluntud del Soberano que le ha derogado en esta parte. Yo no trueco mi plebeya riqueza por tu ilustrísima laceria. Una porcion de hidalguísimos me estan sirviendo en los ministerios mas baxos. Mas pierden los linages generosos. En mesa estéril, y una media rota, Que puestos en oficios trabajosos.
Comeré uvas. Dame la navaja. Para cortarlas. La navaja, la navaja Malditas sean todas y el bribón que las inventó. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados Calle usted. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.