¿SE DEBE PEDIR PERMISO PARA DAR UN BESO?
La política de los besos es un tema que le intriga a la periodista Rosamund Urwin, de 29 años, que escribe regularmente sobre las relaciones de género. Algunos podrían ver este comportamiento como pasado de moda, pero volver a las costumbres de antes podría ser la forma de afrontar los dilemas modernos sobre el consentimiento. Un grupo de banqueros jóvenes, que salieron a tomar una copa después del trabajo, nos dieron su punto de vista. Ninguno de ellos quiso dar su nombre, pero uno admitió que había pedido permiso para besar a una mujer Pero es una idea terrible. Hay que lanzarse. Si te equivocas, te equivocas, pides disculpas y ahí acaba todo. No debería haber ninguna burocracia en torno al primer beso. El primer beso debe surgir de la situación porque ambos lo quieren.
Lo cierto es que estrenar los jeta de una persona provoca vértigo. Y no es para menos. Un primer beso puede ser también torpe y suicida, decisivo para que la galán dé al traste con su relación y la atracción sexual se desinfle de inmediato. La mujer es advertido de averiguar por ese aroma analógico si es el complemento genético abstracto. Sucede así porque ese roce sutil de labio contra labio envía señales al cerebro que impulsa el ambición ardiente y entonces se desata la refriega química. Por una parte, la oxitocina, que lleva a sellar la relación por un periodo largo de tiempo. Por otro, la dopamina, que asoma como un rayo ante una recompensa inesperada. Y, por fin, la serotonina, culpable de ese pensamiento persistente en alguien cuando le acabamos de besar.